Título: La ciudad de los ojos grises
Autor: Félix G. Modroño
Editorial: Algaida
Año edición: 2012
ISBN: 978-84-9877-751-2
Páginas: 400
Sé que esta reseña va a ser redundante, sé que habréis leído tropecientas opiniones sobre este libro y todas positivas. Pues bien, ésta (si seguís leyendo) será la que haga tropecientas una. Decidí leer esta novela, aplazada durante meses, durante un viaje en tren a Barcelona. He de reconocer que fue el mejor trayecto en tren que recuerdo aunque quizá mi compañero de asiento, o sea mi marido, no piense lo mismo sobre las más de cuatro horas que me tiré abstraída totalmente en la lectura y sin darle la menor oportunidad de entablar una mínima conversación. Con estas primeras líneas no es para menos:
"Alfredo se enteró de la muerte de la mujer que amaba, leyendo el periódico.
A pesar de que la guerra hubiese interrumpido las clases en París, el profesor de arquitectura seguía acudiendo al café de la plaza de Saint Germain des Prés, como cada mañana durante
A pesar de que la guerra hubiese interrumpido las clases en París, el profesor de arquitectura seguía acudiendo al café de la plaza de Saint Germain des Prés, como cada mañana durante
los dos últimos años. Los mismos que llevaba sin regresar a Bilbao. Una trinchera invisible, horadada por sus propios fantasmas alrededor de su corazón, se lo impedía."
Arranca la novela 1914, en un París que presiente ya la sacudida de la Primera Guerra Mundial. El profesor de arquitectura Alfredo Gastiasoro vive en la capital francesa un destierro voluntario que es alterado cuando el destino pone ante sus ojos la noticia de que Izarbe, el amor de su vida, la mujer que se casó con su hermano, ha aparecido muerta en la ría de Bilbao. Cuando Alfredo regresa a su ciudad natal para el entierro de quien fuera su cuñada, su amigo y policía Fernando Zumalde le comunicará sus sospechas de que la muerte de Izarbe no ha sido accidental. A partir de aquí a la preocupación de Alfredo por esclarecer las causas de su muerte se añadirá al dolor y la nostalgia que siente por reencontrarse con los fantasmas de su pasado, a revivir aquello que le llevó a huir de esa ciudad y que, precisamente ahora, le obliga a quedarse.
" Miraba la ciudad y la veía a ella, con sus mismos ojos grises. En realidad eran dos ciudades.
A un lado, la de siempre, la de calles estrechas , la de edificios antiguos, la que olía a su infancia; al otro, la de las avenidas, la de las modernas construcciones, la reciente, la que no olía a nada y que, no obstante, también se llamaba Bilbao, usurpándole el nombre a la vieja villa.
Una Bilbao que se mostraba tan distante como cariñosa... como podía serlo una mujer...
como había sido Izarbe con él".
La ciudad de los ojos grises es, como bien nos anuncia esa preciosa portada, Bilbao. Esa ciudad que Alfredo añora y ama, esa Bilbao que ha ido cambiando dejando atrás lo que fue para convertirse en una ciudad que apenas reconoce pero que lleva impregnados dulces recuerdos relacionados indefectiblemente con esa chica de ojos grises de la que se enamoró perdidamente desde el primer momento en que la vio. Bilbao es Izarbe e Izarbe es Bilbao. Por eso para Alfredo recorrer sus calles sabiendo que ella ya no está supone un dolor inconmensurable. Maravillosa ha sido la ambientación de Modroño que con su manera de narrar nos transporta a las calles de Bilbao sin necesidad de haber paseado físicamente por ellas. Conoceremos a la pequeña Bilbao de finales del siglo XIX, la que se dedicaba fundamentalmente a la pesca y a la Bilbao de bien entrado el siglo XX que ya se ha convertido en una gran ciudad gracias al negocio de la minería. Se advierte en la narración el cariño que Félix G. Modroño siente por esa ciudad en la que sitúa a personajes coetáneos tan ilustres y dispares como Unamuno, Julián Gayarre, María de Maeztu o Sabino Arana y que desfilan en la trama cual cameos cinematográficos que añaden interés histórico a la crónica que se nos está contando.
"Abandonó la estación como quien abandona su cobijo. Enseguida se dio cuenta de que
la ciudad seguía crecido sin considerar su ausencia. La gente parecía moverse cómoda
entre los vehículos de motor, los de tracción animal y los tranvías. Miraba a un lado y a otro,
tratando de distinguir alguna cara conocida, sin conseguirlo.
Su ciudad se hallaba poblada de extraños... o , quizás, el extraño era él".
No podría catalogar La ciudad de los ojos grises como un tipo de novela concreto ya que Modroño ha logrado conjugar perfectamente varios géneros. Uno de ellos es la novela negra ya que mantiene durante todo el libro una intriga realmente sorprendente de espionaje y corrupción en la que tiene cabida hasta la mismísima Mata Hari. También toca el género histórico mostrándonos el auge de Bilbao en estos años y la situación política que se vive en España y Europa sin olvidarse de temas que siguen estando de actualidad como la situación lingüística o la lucha por la igualdad de la mujer encuadrándolo todo dentro de una historia de amor y un retrato costumbrista de la vida en la ciudad a finales del siglo XIX y principios del XX: sus cafés, sus partidas de mus, los bailes, el teatro.
La ciudad de los ojos grises nos habla de la triste regreso a una casa antaño llena de vida y promesas de futuro pero ahora ya vacía, de secretos inconfesados que quizá deberían permanecer ocultos, de las ocasiones perdidas y los amores imposibles, de las difíciles relaciones fraternales cuando un mismo amor se interpone entre los hermanos o de la añoranza de un pasado que recordamos mucho más feliz que el presente. Todo ello enmarcado dentro de una trama de intriga en una ciudad que, como un personaje más, iremos viendo crecer y evolucionar a través de los flashbacks que el autor va incorporando a la narración y que nos ayudan también a entender la historia personal de Alfredo. Una historia que, por emotiva y bien contada, perdurará en mi memoria como una de las mejores que he leído en mucho tiempo.