lunes, 24 de marzo de 2014

"La ciudad de los ojos grises" de Félix G. Modroño







Título: La ciudad de los ojos grises
Autor: Félix G. Modroño
Editorial: Algaida
Año edición: 2012
ISBN: 978-84-9877-751-2
Páginas: 400





Sé que esta reseña va a ser redundante, sé que habréis leído tropecientas opiniones sobre este libro y todas positivas. Pues bien, ésta (si seguís leyendo) será la que haga tropecientas una. Decidí leer esta novela, aplazada durante meses, durante un viaje en tren a Barcelona. He de reconocer que fue el mejor trayecto en tren que recuerdo aunque quizá mi compañero de asiento, o sea mi marido, no piense lo mismo sobre las más de cuatro horas que me tiré abstraída totalmente en la lectura y sin darle la menor oportunidad de entablar una mínima conversación. Con estas primeras líneas no es para menos:


"Alfredo se enteró de la muerte de la mujer que amaba, leyendo el periódico. 
A pesar de que la guerra hubiese interrumpido las clases en París, el profesor de arquitectura seguía acudiendo al café de la plaza de Saint Germain des Prés, como cada mañana durante
los dos últimos años. Los mismos que llevaba sin regresar a Bilbao. Una trinchera invisible, horadada por sus propios fantasmas alrededor de su corazón, se lo impedía."



Arranca la novela 1914, en un París que presiente ya la sacudida de la Primera Guerra Mundial. El profesor de arquitectura Alfredo Gastiasoro vive en la capital francesa un destierro voluntario que es alterado cuando el destino pone ante sus ojos la noticia de que Izarbe, el amor de su vida, la mujer que se casó con su hermano, ha aparecido muerta en la ría de Bilbao. Cuando Alfredo regresa a su ciudad natal para el entierro de quien fuera su cuñada, su amigo y policía Fernando Zumalde le comunicará sus sospechas de que la muerte de Izarbe no ha sido accidental. A partir de aquí a la preocupación de Alfredo por esclarecer las causas de su muerte se añadirá al dolor y la nostalgia que siente por reencontrarse con los fantasmas de su pasado, a revivir aquello que le llevó a huir de esa ciudad y que, precisamente ahora, le obliga a quedarse.

" Miraba la ciudad y la veía a ella, con sus mismos ojos grises. En realidad eran dos ciudades. 
A un lado, la de siempre, la de calles estrechas , la de edificios antiguos, la que olía a su infancia; al otro, la de las avenidas, la de las modernas construcciones, la reciente, la que no olía a nada y que, no obstante, también se llamaba Bilbao, usurpándole el nombre a la vieja villa. 
Una Bilbao que se mostraba tan distante como cariñosa... como podía serlo una mujer...
como había sido Izarbe con él".


La ciudad de los ojos grises es, como bien nos anuncia esa preciosa portada, Bilbao. Esa ciudad que Alfredo añora y ama, esa Bilbao que ha ido cambiando dejando atrás lo que fue para convertirse en una ciudad que apenas reconoce pero que lleva impregnados dulces recuerdos relacionados indefectiblemente con esa chica de ojos grises de la que se enamoró perdidamente desde el primer momento en que la vio. Bilbao es Izarbe e Izarbe es Bilbao. Por eso para Alfredo recorrer sus calles sabiendo que ella ya no está supone un dolor inconmensurable. Maravillosa ha sido la ambientación de Modroño que con su manera de narrar nos transporta a las calles de Bilbao sin necesidad de haber paseado físicamente por ellas. Conoceremos a la pequeña Bilbao de finales del siglo XIX, la que se dedicaba fundamentalmente a la pesca y a la Bilbao de bien entrado el siglo XX que ya se ha convertido en una gran ciudad gracias al negocio de la minería. Se advierte en la narración  el cariño que Félix G. Modroño siente por esa ciudad en la que sitúa a personajes coetáneos tan ilustres y dispares como Unamuno, Julián Gayarre, María de Maeztu o Sabino Arana y que desfilan en la trama cual cameos cinematográficos que añaden interés histórico a la crónica que se nos está contando. 


"Abandonó la estación como quien abandona su cobijo. Enseguida se dio cuenta de que 
la ciudad seguía crecido sin considerar su ausencia. La gente parecía moverse cómoda 
entre los vehículos de motor, los de tracción animal y los tranvías. Miraba a un lado y a otro, 
tratando de distinguir alguna cara conocida, sin conseguirlo. 
Su ciudad se hallaba poblada de extraños... o , quizás, el extraño era él".




No podría catalogar La ciudad de los ojos grises como un tipo de novela concreto ya que Modroño ha logrado conjugar perfectamente varios géneros. Uno de ellos es la novela negra ya que mantiene durante todo el libro una intriga realmente sorprendente de espionaje y corrupción en la que tiene cabida hasta la mismísima Mata Hari. También toca el género histórico mostrándonos el auge de Bilbao en estos años y la situación política que se vive en España y Europa sin olvidarse de temas que siguen estando de actualidad como la situación lingüística o la lucha por la igualdad de la mujer encuadrándolo todo dentro de una historia de amor y un retrato costumbrista de la vida en la ciudad a finales del siglo XIX y principios del XX: sus cafés, sus partidas de mus, los bailes, el teatro.


La ciudad de los ojos grises nos habla de la triste regreso a una casa antaño llena de vida y promesas de futuro pero ahora ya vacía, de secretos inconfesados que quizá deberían permanecer ocultos, de las ocasiones perdidas y los amores imposibles, de las difíciles relaciones fraternales cuando un mismo amor se interpone entre los hermanos o de la añoranza de un pasado que recordamos mucho más feliz que el presente. Todo ello enmarcado dentro de una trama de intriga en una ciudad que, como un personaje más, iremos viendo crecer y evolucionar a través de los flashbacks que el autor va incorporando a la narración y que nos ayudan también a entender la historia personal de Alfredo. Una historia que, por emotiva y bien contada, perdurará en mi memoria como una de las mejores que he leído en mucho tiempo.

miércoles, 19 de marzo de 2014

"La alcoba escondida" de Almudena Navarro


Título: La alcoba escondida
Autor: Almudena Navarro
Editorial: Roca editorial
Año edición: 2013
ISBN: 978-84-9918-660-3
Páginas: 256

 
A pesar de que no nací ni vivo allí, mis orígenes y una parte de mi corazón son manchegos. Por esa razón, y porque la autora de La alcoba escondida es compañera de reseñas, empecé a leer esta novela con especial deseo y cariño. Aunque muchas cosas han cambiado en estos casi ochenta años transcurridos desde la época en la que se enmarca la novela hay cosas que permanecen inmutables. En La alcoba escondida he vuelto a sentir el sol del verano cayendo a plomo sobre los campos, he observado a los hombres y mujeres trabajando de sol a sol en los labrantíos y me ha cegado el amarillo de los campos de cereales listos para la siega salpicado del blanco de las aldeas encaladas. 

La acción de la novela arranca en 1929 en Las Mesas, el típico pueblo manchego de casas bajas en los que la vida transcurre apaciblemente alrededor de una plaza presidida por la sempiterna iglesia. Conocemos a la familia de doña Enriqueta, apodada la pistolera por su carácter de armas tomar. Casada con Pepe, un hombre tranquilo y sosegado, Enriqueta es la persona más rica del pueblo y su personalidad fuerte y autoritaria le ha granjeado tanta admiración como temor entre los habitantes de una comarca en la que hace y deshace a su antojo. Es una especie de Angela Channing a la manchega, nada de lo que pasa en el pueblo escapa a su conocimiento. Su afán por controlarlo todo y proteger a su familia chocará con el de Rocío, su hija menor, una chica independiente y moderna que se rebelará en contra de los deseos de su madre. En cambio Milagros, la hija mayor, de una capacidad intelectual algo limitada, se plegará encantada a los deseos de su progenitora de casarla con alguien de su conveniencia. Durante esta parte de la novela, con un estilo limpio y un lenguaje sobrio, Almudena Navarro presta especial atención a las relaciones entre los habitantes del pueblo y la familia de Enriqueta así como pondrá de manifiesto las costumbres de la zona y la época, retratando la vida en los pueblos y el contraste que se producía con la capital, Madrid, donde también transcurre parte de la acción.  Esta es la parte que más me ha gustado de la novela, ver cómo el pueblo entero se moviliza los domingos para ir a misa y poder coincidir con la familia de Enriqueta en el camino, acompañar al Santo Niño de la Bola en procesión, acompañar a Rafaela en las tareas domésticas, admirar los modelitos traídos de Madrid que Rocío luce cual estrella de cine entre sus paisanos, ver a doña Enriqueta en su salsa mandando callar al cura... Son todos hechos que nos ayudan a conformar un retrato de la vida rural de la época. También he de destacar la gran labor de Almudena al rescatar palabras tan características de la zona como "odo" o "golusmera" que desde pequeña oía pronunciar a mis abuelos y que contribuyen a dar verosimilitud a la novela. 

 
- Y, Rocío -añadió Enriqueta mirándola fijamente.
- ¿Sí, madre?
- Te recuerdo que Milagros es tu hermana mayor.
- ¿Y?
- Pues que, antes de casarte tú, tendrá que casarse ella. Claro está. - Enrqueta no pudo evitar sonreír, sabiendo el efecto desolador que sus palabras causarían a su hija.
- No lo dirá usted en serio, madre. Me voy a quedar pa vestir santos.


En la segunda parte de la novela, el protagonismo recae más sobre Alberto Cuartero, yerno de Enriqueta y abogado del Estado afiliado a la CEDA. Este personaje, aparte de sus dilemas morales sobre su matrimonio, servirá para dibujarnos una imagen del panorama político existente durante la Segunda República. Un clima cada vez más enrarecido que derivará en la ominosa contienda que fue la Guerra Civil y que enfrentó a hermanos con hermanos durante tres años. Interesante resulta ver cómo las circunstancias van complicándose y el conflicto armado se ve casi como algo inevitable. Aunque este enfrentamiento como algo más a nivel político que entre el pueblo, que sólo quiere vivir en paz sin meterse en líos. No obstante, la situación política no es más que el telón de fondo para contar la historia de una familia en la que el equilibrio que mantenía la matriarca se va resquebrajando dividiéndose por el rencor y la ambición.

Alberto miró a su amigo con tristeza. 
- Métete esto en la cabeza, el centro ya no existe. Si es que alguna vez llegó a existir y no fue un espejismo. 
- Todo por lo que he trabajado era con un fin, Mendizábal, la convivencia democrática. He fracasado. Voy a ser un fugitivo triste y fracasado.



Si tengo que ponerle algún pero a La alcoba escondida es que me han faltado páginas, es cierto que con unos cuantos trazos los personajes quedan fielmente retratados, algo sumamente difícil de conseguir, pero me hubiera gustado conocerlos más íntimamente, ahondar en sus relaciones personales y en sus pensamientos. Creo que me hubiese ayudado a meterme más en la historia que se profundizara en personajes como los de Leopoldo, Rafaela o Rosa que pasan muy de puntillas por una novela que me alegro de haber leído y por la que felicito sinceramente a Almudena. 


Reseña realizada para el blog Momentos de Silencio Compartido.

sábado, 8 de marzo de 2014

"Enterrado en vida" de Arnold Bennet


Título: Enterrado en vida
Autor: Arnold Bennett
Editorial: Impedimenta
Año edición: 2013
ISBN: 978-84-15578-49-9
Páginas: 304


Me declaro admiradora de la Editorial Impedimenta. Su catálogo está plagado de joyas literarias por lo que no sus novedades son de las que más espero cada mes. La novela que ahora os traigo llamó mi atención nada más leer su título y admirar su portada. Echando un vistazo a su sinopsis terminé de convencerme de que tenía que leerla, ya que sugería una buena lectura de enredos y confusiones al más puro estilo inglés. Para más inri, coincidió que El infierno de Barbusse le dedicó una semana temática y terminé cayendo rendida a sus pies aún sin haberla leído. Ahora, con conocimiento de causa, confieso que Enterrado en vida me ha encandilado.

Londres, 1908. En el 91 de Selwood Terrace está instalado Priam Farll acompañado por el sinvergüenza de su lacayo, un tal Henry Leek. Priam es un pintor de éxito al que muchos consideran el mejor que ha existido jamás o, en su defecto, el "pintor más grande de la historia después de Velázquez". De una timidez compulsiva casi enfermiza, Priam ve el cielo abierto cuando Leek muere y el doctor confunde al fallecido con el propio Farll. Es su oportunidad de alejarse de todo, de la fama y de la angustia que le producen las relaciones sociales. Como a la ocasión la pintan calva Priam decide no deshacer el entuerto y aprovechar para desaparecer. De este modo no saca al doctor de su error y éste certifica el fallecimiento del genial pintor. A partir de aquí Priam vivirá la vida de su lacayo, con sus ventajas pero también con sus inconvenientes, algunos verdaderamente peliagudos, y los rocambolescos acontecimientos se suceden en la que será para Priam la mayor experiencia de su vida.
 
- ¿Dónde está su invitación? - preguntó el hombre de sotana.
Priam la buscó en los bolsillos y no pudo encontrarla.
- Debo de haberla perdido - dijo con voz débil.
- ¡Bueno, da igual! ¿Cómo se llama usted?
- Priam Farll - dijo Priam Farll sin pensar.
- ¡Está loco perdido, evidentemente!
 
 
 
La novela de Bennett juega con la posibilidad de dejar de ser nosotros mismos y ponernos en el lugar del otro caricaturizando algunas debilidades del ser humano. Un poco al estilo de El príncipe y el mendigo de Twain sólo que aquí el mendigo está muerto y, lógicamente, no toma parte en el engaño. Farll, un tímido recalcitrante que sin embargo  ansía nuevas emociones, intenta reaccionar como lo haría Leek pero sus modales y su carácter terminan siempre saliendo a la luz, lo que da lugar a situaciones verdaderamente comprometidas narradas con un tono entre irónico y condescendiente pero siempre cargado de humor para con el protagonista y, en general, con las peculiariades, muchas veces absurdas, del carácter humano. 
 
"Llamar la atención del mundo hacia su persona le resultaba angustioso.
Pero por carta podía atreverse a todo: le daban una pluma, y no tenía miedo a nada"
 
 
 
El tono irónico tiene su parte socarrona pero también su vertiente crítica. Bennett como narrador pone en evidencia ciertos aspectos que le chocan de la sociedad británica de principios del siglo XX. La encendida defensa de Priam por parte de un sector de la prensa en contraposición a sus fervientes detractores es una muestra de lo complicado que es el mundo del arte, a la vez que nos enseña un poco el funcionamiento de los medios de comunicación que pueden encumbrar o hundir a cualquiera a golpe de editorial. Qué entendemos por arte, cuáles son los parámetros que diferencian lo que tiene calidad de lo que no, quién los decide y por qué. Los intereses, casi siempre monetarios, que mueven el mercado del arte salen mal parados en esta novela en la que, de hecho, Priam se hace famoso por un cuadro que retrata a un policía de Londres y que en principio no es entendido por el público. ¿Qué tiene de especial ese cuadro? Pues que a nadie hasta la fecha se le había ocurrido hacerlo. Quizá sea esa la verdadera cualidad que distingue a los genios del resto de mortales, que son los pioneros, los que marcan el camino que seguirán los que vengan detrás. O quizá sólo supieron publicitarse mejor que otros.

Londres está muy presente la narración, el Londres de principios de siglo XX en el que el metro ya es un medio de transporte cotidiano, en el que el bullicio de las calles, con sus ruidosos coches, es algo habitual. Un Londres en plena expansión en el que comienzan a surgir nuevos comercios, como los salones de té regentados por damas emprendedoras, o una infinidad de nuevos y suntuosos edificios en contraste con los barrios de la periferia, como Putney, lugar donde vive Alice. Este Londres es el que aparece en la novela claramente retratado. Un Londres que se abre a la modernidad pero que peca de una doble moral que Bennett no duda en criticar atacando también al encorsetado mundo de las apariencias, al mezquino sistema judicial y a los poco honrosos métodos de los periódicos de la época, que no difieren tanto de los actuales, buscando siempre el morbo y el sensacionalismo. 

Especial atención quiero dedicar a Alice Challice, un personaje que me ha maravillado, una mujer de diferente extracción social que Priam pero que le servirá de apoyo y que le ayudará a ver las cosas con otra perspectiva. Alice siempre pone un punto de cordura y sensatez a cualquier situación, es la que tiene los pies en el suelo, la práctica y sensata que sirve de contrapeso para encontrar el equilibrio que necesita el excéntrico de Priam. Memorable es la escena con la viuda y sus hijos (no os la contaré porque hay que leerla), en la que Alice los despacha con un desparpajo y resolución que sólo pueden tener las personas que saben lo que quieren en la vida. 
 
- (...) Pero ¿sabe usted?, nunca había estado en un restaurante.
- ¿De verdad?
- Sí - dijo-. Y me pareció que debía probar alguno. La chica de la estafeta de correos me había ducho que aquel era espléndido. Y lo es, vaya si lo es. Es precioso. Pero deberían avergonzarse de servir esa comida que sirven. ¿Se acuerda usted del lenguado?. ¡Lenguado! Aquello tenía de lenguado lo mismo que mis guantes. Y tanto daba que hubiera estado al fuego un minuto, como una hora.... Y luego, mire usted los precios... Ah, sí, no pude remediar echar un vistazo a la cuenta.
 
 
Por último, recomendaros encarecidamente el postfacio de José C. Vales, que nos sirve para situar a Bennett en su época y valorarlo en su justa medida. Como siempre, Impedimenta, de chapeau.