Título: Brooklyn Follies
Autor: Paul Auster
Año edición: 2006
ISBN: 978-84-339-7092-3
Páginas: 320
Empezaré esta reseña dándoos un consejo, seguramente innecesario porque seguro que alguna vez os habrá pasado lo mismo que a mi, pero jamás vayáis con una idea preconcebida de lo que vais a leer. Malditas expectativas, las maldigo una y mil veces. Es lo peor que nos puede pasar como lectores, esperar algo del autor y reprocharle que nos sorprenda con algo diferente a lo que nosotros ya hemos decidido de antemano que debe ser lo nos tiene que contar o cómo debe hacerlo. Esto es lo que me pasó a mí con Auster, pensaba que iba a leer un grandilocuente relato sobre la soledad, la vejez o la enfermedad. Estaba preparada para ello, para encontrarme con una historia a lo Murakami (autor que sabéis me encanta y que no sé de dónde me saqué que podía parecerse): evocador, sugerente y retorcido. Pero lo que me he encontrado ha sido otra cosa, una novela más mundana, más sencilla pero sorprendentemente profunda. Ni mejor ni peor, sólo diferente a lo que yo me imaginaba. Simplemente otra cosa, algo inesperado que rompió los esquemas que yo me había creado y que me descuadró durante buena parte de la lectura. Por eso he esperado hasta ahora para ponerme con la reseña, para madurarla, para poder reposarla, para verla desde la distancia y averiguar qué sedimentos dejaba en mi memoria, qué imágenes quedarían grabadas en mi retina. Y, para mi sorpresa, el poso que ha dejado es más que notable.
Nathan Glass está "buscando un sitio tranquilo para morir”. Solo, retirado de su trabajo, divorciado, aquejado de cáncer y con una hija con la que la relación no pasa por su mejor momento, decide trasladarse Brooklyn, lugar que le vio nacer, en un intento algo poético de cerrar el círculo de su vida empezándola y acabándola en el mismo sitio. Mientras espera la hora de su muerte, que no parece cercana porque el cáncer está remitiendo, decide que quiere empezar a vivir otra vez, incluso si le queda poco tiempo de vida no quiere pasarlo de brazos cruzados. Por eso empieza a ocupar su tiempo escribiendo El Libro del desvarío humano, una especie de antología o inventario de anécdotas graciosas, confusiones humillantes o simples casualidades curiosas. Pronto su historia será digna de ser incorporada a este anecdotario con letras mayúsculas.
Y he aquí que se cumple aquello de "querer es poder", porque la vida de Nathan empieza a cambiar el día que coincide con su sobrino Tom, un joven prometedor que ha terminado estancado como dependiente en una librería y que está platónicamente enamorado de la Bella y Perfecta Madre, una mujer de la que nada sabe pero a la que ve cada mañana desde la distancia sin atreverse siquiera a cruzar una mirada con ella. Nathan dará a Tom ese empujoncito que todos necesitamos alguna vez en nuestras vidas, para no quedarnos parados y dar un paso hacia adelante, para salir del atasco en el que se ha convertido nuestra vida.
A Nathan y Tom acompañan personajes como Harry Brightman, el estrafalario y ex-convicto propietario de la librería donde trabaja Tom o Lucy, la silenciosa y avispada sobrina de Tom. Ellos constituirán el núcleo protagonista de esta novela pero es imposible olvidarse de los personajes secundarios que van desfilando a lo largo de la novela, la capacidad de Auster para crear personajes ha sido de lo mejor que he leído en mucho tiempo. El "taciturno pero cordial Stanley Chowder, experto segador de césped, astuto jugador de póquer y demonio del pimpón"; la graciosa y desenvuelta Honey; Marina González, la alegre camarera de mirada triste o Rufus, el chico jamaicano álter ego de la cabaretera Tina Hott. Personajes entrañables que van entrando y saliendo de la trama pero que traspasan la ficción, merecedores de que Auster redactara un spin off contándonos sus historias respectivas.
Brooklyn follies es un libro que habla de coincidencias, de afortunados cambios de planes, de un hotel existencia donde encontrarnos a nosotros mismos, ya sea Brooklyn o un albergue rural en un pueblo perdido de EEUU, de segundas oportunidades, de prepararse para la vida mientras esperas a la muerte, de soledad, de incomprensión, de falta de comunicación, de malos tratos, de fanatismos religiosos... de tantas cosas que en una primera lectura quizá no se aprecien todas.
Por la historia que nos cuenta, una especie de fábula, redonda, en la que todo tiene una razón de ser y por cómo lo hace, con un estilo fluido y sutil. Por los temas que maneja y cómo los trata, Brooklyn follies se convierte en una lectura más que recomendable que no os deberíais perder si aún sois de los pocos que no ha sucumbido a la prosa de Auster.
"Después de tantos años viviendo en el extrarradio, creo que la ciudad me va bien, y ya he empezado a tomarle cariño a mi barrio, con s cambiante mezcla de blanco, marrón y negro, su intrincado coro de acentos extranjeros , sus niños y sus árboles, sus laboriosas familias de clase media, sus parejas de lesbianas, sus tiendas de comestibles coreanas, el santón hindú de bata blanca que me saluda con una inclinación siempre que nos cruzamos por la calle, sus enanos lisiados, sus ancianos pensionistas que avanzan paso a paso por la acera, las campanas de sus iglesias y sus diez mil perros, la furtiva población de vagabundos sin hogar, carroñeros solitarios que deambulan por las calles empujando sus carritos de la compra, hurgando en la basura en busca de botellas"