Título: Enterrado en vida
Autor: Arnold Bennett
Año edición: 2013
ISBN: 978-84-15578-49-9
Páginas: 304
Me declaro admiradora de la Editorial Impedimenta. Su catálogo está plagado de joyas literarias por lo que no sus novedades son de las que más espero cada mes. La novela que ahora os traigo llamó mi atención nada más leer su título y admirar su portada. Echando un vistazo a su sinopsis terminé de convencerme de que tenía que leerla, ya que sugería una buena lectura de enredos y confusiones al más puro estilo inglés. Para más inri, coincidió que
El infierno de Barbusse le dedicó una semana temática y terminé cayendo rendida a sus pies aún sin haberla leído. Ahora, con conocimiento de causa, confieso que
Enterrado en vida me ha encandilado.
Londres, 1908. En el 91 de Selwood Terrace está instalado Priam Farll acompañado por el sinvergüenza de su lacayo, un tal Henry Leek. Priam es un pintor de éxito al que muchos consideran el mejor que ha existido jamás o, en su defecto, el "pintor más grande de la historia después de Velázquez". De una timidez compulsiva casi enfermiza, Priam ve el cielo abierto cuando Leek muere y el doctor confunde al fallecido con el propio Farll. Es su oportunidad de alejarse de todo, de la fama y de la angustia que le producen las relaciones sociales. Como a la ocasión la pintan calva Priam decide no deshacer el entuerto y aprovechar para desaparecer. De este modo no saca al doctor de su error y éste certifica el fallecimiento del genial pintor. A partir de aquí Priam vivirá la vida de su lacayo, con sus ventajas pero también con sus inconvenientes, algunos verdaderamente peliagudos, y los rocambolescos acontecimientos se suceden en la que será para Priam la mayor experiencia de su vida.
- ¿Dónde está su invitación? - preguntó el hombre de sotana.
Priam la buscó en los bolsillos y no pudo encontrarla.
- Debo de haberla perdido - dijo con voz débil.
- ¡Bueno, da igual! ¿Cómo se llama usted?
- Priam Farll - dijo Priam Farll sin pensar.
- ¡Está loco perdido, evidentemente!
La novela de Bennett juega con la posibilidad de dejar de ser nosotros mismos y ponernos en el lugar del otro caricaturizando algunas debilidades del ser humano. Un poco al estilo de El príncipe y el mendigo de Twain sólo que aquí el mendigo está muerto y, lógicamente, no toma parte en el engaño. Farll, un tímido recalcitrante que sin embargo ansía nuevas emociones, intenta reaccionar como lo haría Leek pero sus modales y su carácter terminan siempre saliendo a la luz, lo que da lugar a situaciones verdaderamente comprometidas narradas con un tono entre irónico y condescendiente pero siempre cargado de humor para con el protagonista y, en general, con las peculiariades, muchas veces absurdas, del carácter humano.
"Llamar la atención del mundo hacia su persona le resultaba angustioso.
Pero por carta podía atreverse a todo: le daban una pluma, y no tenía miedo a nada"
El tono irónico tiene su parte socarrona pero también su vertiente crítica. Bennett como narrador pone en evidencia ciertos aspectos que le chocan de la sociedad británica de principios del siglo XX. La encendida defensa de Priam por parte de un sector de la prensa en contraposición a sus fervientes detractores es una muestra de lo complicado que es el mundo del arte, a la vez que nos enseña un poco el funcionamiento de los medios de comunicación que pueden encumbrar o hundir a cualquiera a golpe de editorial. Qué entendemos por arte, cuáles son los parámetros que diferencian lo que tiene calidad de lo que no, quién los decide y por qué. Los intereses, casi siempre monetarios, que mueven el mercado del arte salen mal parados en esta novela en la que, de hecho, Priam se hace famoso por un cuadro que retrata a un policía de Londres y que en principio no es entendido por el público. ¿Qué tiene de especial ese cuadro? Pues que a nadie hasta la fecha se le había ocurrido hacerlo. Quizá sea esa la verdadera cualidad que distingue a los genios del resto de mortales, que son los pioneros, los que marcan el camino que seguirán los que vengan detrás. O quizá sólo supieron publicitarse mejor que otros.
Londres está muy presente la narración, el Londres de principios de siglo XX en el que el metro ya es un medio de transporte cotidiano, en el que el bullicio de las calles, con sus ruidosos coches, es algo habitual. Un Londres en plena expansión en el que comienzan a surgir nuevos comercios, como los salones de té regentados por damas emprendedoras, o una infinidad de nuevos y suntuosos edificios en contraste con los barrios de la periferia, como Putney, lugar donde vive Alice. Este Londres es el que aparece en la novela claramente retratado. Un Londres que se abre a la modernidad pero que peca de una doble moral que Bennett no duda en criticar atacando también al encorsetado mundo de las apariencias, al mezquino sistema judicial y a los poco honrosos métodos de los periódicos de la época, que no difieren tanto de los actuales, buscando siempre el morbo y el sensacionalismo.
Especial atención quiero dedicar a Alice Challice, un personaje que me ha maravillado, una mujer de diferente extracción social que Priam pero que le servirá de apoyo y que le ayudará a ver las cosas con otra perspectiva. Alice siempre pone un punto de cordura y sensatez a cualquier situación, es la que tiene los pies en el suelo, la práctica y sensata que sirve de contrapeso para encontrar el equilibrio que necesita el excéntrico de Priam. Memorable es la escena con la viuda y sus hijos (no os la contaré porque hay que leerla), en la que Alice los despacha con un desparpajo y resolución que sólo pueden tener las personas que saben lo que quieren en la vida.
- (...) Pero ¿sabe usted?, nunca había estado en un restaurante.
- ¿De verdad?
- Sí - dijo-. Y me pareció que debía probar alguno. La chica de la estafeta de correos me había ducho que aquel era espléndido. Y lo es, vaya si lo es. Es precioso. Pero deberían avergonzarse de servir esa comida que sirven. ¿Se acuerda usted del lenguado?. ¡Lenguado! Aquello tenía de lenguado lo mismo que mis guantes. Y tanto daba que hubiera estado al fuego un minuto, como una hora.... Y luego, mire usted los precios... Ah, sí, no pude remediar echar un vistazo a la cuenta.
Por último, recomendaros encarecidamente el postfacio de José C. Vales, que nos sirve para situar a Bennett en su época y valorarlo en su justa medida. Como siempre, Impedimenta, de chapeau.